domingo, 19 de agosto de 2007

La panorámica plástica gallega en la segunda mitad del siglo xx


El panorama del arte gallego de la segunda mitad del siglo xx no difiere demasiado de las tendencias que rigen las artes plásticas a nivel internacional. También en Galicia se constata en un primer momento el rechazo frontal a la figuración que lleva a los movimientos abstractos. Y, al tiempo que se exploran estos caminos expresivos, sigue vigente la obra de los renovadores, como Seoane, Maside o Laxeiro, que continúan en activo.
La abstracción
La abstracción es el camino expresivo elegido por cuatro artistas gallegos que se forman en Madrid, como la mayor parte de los artistas del momento, y que deciden afincarse en la capital. Lago Rivera, Manuel Mampaso, José María Labra y Suárez Molezún se convirtieron en los mejores representantes de la abstracción nacional. Todos ellos unen las características propias del movimiento a una temática en la que está presente la realidad gallega.
Lago Rivera, cuyas primeras obras figurativas no permitían adivinar el lenguaje abstracto por el que se decidió en su madurez, remite al equilibrio espacial y al color, a los valores que Kandinsky había adoptado en gran parte de su trabajo. En obras como Sombra gris y rosa, o en Composición en rojo y amarillo se puede apreciar el influjo del colorido de Kandinsky.
Mampaso dedicó toda una serie de obras, titulada Redes, a este tema. En ellas el elemento fundamental son las redes que aparecen tanto bajo forma pictórica como en collages, claveteadas o estiradas sobre la pintura, lo que remite al cubismo sintético. Verdes y redes o Rojo, gris y negro son buena muestra de esta manera de concebir la abstracción. En los últimos años, el autor indaga nuevos caminos expresivos y recupera la figuración, aunque a través del expresionismo, la corriente figurativa más seguida a partir de los años 80.
José María Labra, en cambio, se inició dentro de la figuración, en concreto en la temática religiosa, para convertirse posteriormente en el principal representante de la abstracción española a nivel internacional. Los temas marinos aparecen también en su obra en la serie titulada Tensiones. Pero su característica fundamental son las formas geométricas, con las que ensaya diferentes colocaciones y ópticas, como en Trígono tántrico (1984). Dentro de su trayectoria artística merecen especial atención los grandes murales, en los que mezcla sabiamente la técnica pictórica y escultórica.
Pero además de estos artistas, cuya labor artística desarrolla fuera de Galicia, también dentro la comunidad se cultiva la abstracción. Algunos autores emplean los recursos del op art, como Xosé Lodeiro, que muestra algunas creaciones en las que prevalecen la abstracción geométrica y los recursos ópticos. En sus obras es fundamental la presencia del color; utiliza los contrastes entre la gama cálida, preferentemente rojos y naranjas, y los azules y grises de la gama fría. Otros artistas, como Francisco Mantecón, presentan obras que recuerdan, por la composición, la técnica creada por Rotko, el color-field painting. Así se ponee de manifiesto, por ejemplo, en Sin título 73.
El informalismo
Está muy bien representado por Reimundo Patiño (1936-1985), artista comprometido que une las innovaciones estéticas con su compromiso con Galicia.
Según sus propias palabras, buscaba la ruptura total de la composición, el caos de las formas como premisa fundamental. El resultado es una obra original, mezcla de diferentes técnicas y soportes y con una gran presencia del color. Su obsesión por la plasmación del caos cósmico le lleva a la creación de series como la titulada Vainamoinen o el ciclo dedicado a los Hombres, pájaros, máquinas y ciudades. En ellas, la presencia de formas geométricas y concéntricas, las formas ovoides y los soles dinámicos se mezclan con un colorido en el que predominan los tonos azules, por oposición a los rojos solares. Su afán vanguardista le indujo a ser de los primeros que realizaron performances y happening en la madrileña galería Redor.
La nueva figuración
Al inicio de la década de 1960 el informalismo dejó de interesar, en parte porque su lenguaje era insuficiente para transmitir un mensaje político o social.
El término nueva figuración engloba a manifestaciones bastante heterogéneas que introducen la figura humana y cuyo común denominador es el intento de reflejar los conflictos de la época. Son pintores que se implican ideológicamente y se manifiestan, a veces, a través de asociaciones como O Facho y O Galo, de forma similar a como ocurría en el resto de España con grupos como El Paso.
Estilísticamente, más que de tendencias hay que hablar de individualidades que oscilan entre el expresionismo, el pop y el realismo intimista. De todas estas tendencias, la de mayor aceptación es la expresionista, cultivada entre otros por Xaime Quessada y Alfonso Sucasas.
Xaime Quessada, junto con el escultor Acisclo Manzano, constituye uno de los intentos de renovación de la plástica gallega desde Galicia. Quessada se identifica con el expresionismo y la ruptura del pop-art. Según el propio artista, el cambio constante no supone la aceptación de todas las vanguardias, solo es una investigación y una ruptura con el arte conservador. Esta forma de concebir el arte, compartida por la mayor parte de los creadores del momento, explica la evolución que se observa en la obra de este autor. En un primer momento, en torno a la década de 1960, sus obras presentaban un marcado carácter expresionista, muy influido por la obra de Bacon, que se evidencia en O dictador y O xenocidio. Posteriormente, sus lienzos evolucionaron, su paleta se aclaró y la carga expresiva disminuyó, dando lugar a obras más alegres (O unicornio, O cabalo verde). Es un tipo de obra más decorativa que comprometida, que se inicia en la década de 1980 y que se sigue manteniendo en la última década del siglo (Interior vermello, 1992). En todas ellas prima la valoración estética sobre la expresiva.
La obra de Alfonso Sucasas se mueve dentro del realismo; presenta una pintura muy comprometida con el nacionalismo, por lo que en sus temas aparecen elementos identificativos de Galicia. En su obra se puede apreciar la presencia de una religiosidad ingenua, que nos remite a la obra de Chagall y en la que el pueblo anónimo y afincado en la tierra es el personaje fundamental de sus cuadros. Como todos los artistas de la segunda mitad del siglo xx, indaga en diferentes campos expresivos; en la representación de algunos de sus personajes se pueden apreciar rasgos de primitivismo. Estos rasgos son apreciables en Expulsión de Arousa, de 1999, que trata el tema religioso desde una óptica muy particular, o en Bañistas (1999).
Otro artista que sigue los preceptos de la nueva figuración es Urbano Lugrís Vadillo, cuya obra se acerca más al surrealismo, al mundo de los sueños infantiles. Su temática, en la que el mar es un claro referente, está muy influenciada por los relatos de Julio Verne, y en su tratamiento aparecen rasgos que recuerdan al romanticismo decimonónico, como en Paisaje. Obras como Onda de 1980 o Menina de 1995 son una muestra de su estilo pictórico.
El retorno a la figuración llevó también al camino iniciado por autores como Estes o Antonio López: el hiperrrealismo, muy bien representado por un nutrido grupo de artistas como Rogelio Fuente, Elena Gago o Roberto González.
En la obra de Elena Gago prima la valoración de los espacios, semejante a la síntesis geométrica del cubismo, y la ausencia de la figura humana. La técnica puntillista que utiliza dota a sus lienzos de una textura granular que les confiere unas calidades características. En ellos el predominio de la línea es llamativo; el tema elegido semeja una mera excusa para el desarrollo espacial, que es su interés constante. La armonía del color y el dominio de una gama cromática determinada en cada composición, bien la de ocres y marrones, bien la de negros y grises, son características que se aprecian en toda su obra. Presenta tanto interiores de tipo industrial como espacios íntimos, alcobas o salas de estar. En Interior 2001 o Cama de Caxemira 1986 se perciben estas características.
Por su parte, en la producción de Rogelio Fuente, obras como Verano en el balneario, de 1981, muestran una atención al detalle que remite a las obras de Richard Estes o Antonio López, en el intento de fijar un instante concreto de rincones comunes. En muchos de sus lienzos se juega con los reflejos, con imágenes superpuestas de un notable realismo. Es el caso de Lembranza dun verán.
Lo mismo ocurre con el monfortino Roberto González, uno de los más prestigiosos realistas a nivel nacional e internacional. Su obra se centra en la figura humana y su capacidad de sentimiento, tratada a veces con un sentido dramático que retrotrae a la escenografía barroca. Una de sus series más representativas es la titulada Deaym (De amor y muerte) realizada en 1994.
Otros artistas, como Jesús Caulonga, cultivan temas más cotidianos, con una cierta predilección hacia los bodegones o las palomas. En su obra se observa la combinación de la técnica pictórica y escultórica. Llama la atención el marcado carácter minimalista de las composiciones, como en Paloma o en el relieve en bronce titulado Mujer cosiendo.

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